MANUEL PÉREZ ROCHA
Los
foros de consulta para la reforma del modelo educativo son ocasión para que se
repita hasta el cansancio el diagnóstico, sin duda cierto, de que en México la
educación está muy mal. Sí, lo sabemos desde hace mucho tiempo, y sabemos que
es un problema casi mundial (en 1967 Philip Coombs describió la crisis mundial
de la educación; desde entonces poco ha cambiado)… ¿Y? ¿Qué sigue? Todo indica
que ante el primer encontronazo de la SEP con la realidad –a partir del fallido
intento de hacer a los maestros culpables de todo– no tienen idea de por dónde
seguir.
Varios
funcionarios de la Secretaría de Educación Pública (hay excepciones), con la
inconsciencia que da la novatez en el campo, han hecho declaraciones que
exhiben la ausencia total de ideas para impulsar una auténtica reforma
educativa. Sus discursos, que debieran servir para inspirar y estimular el
trabajo de esos foros, son la repetición de lugares comunes, frases hechas,
consignas. Un ejemplo, entre muchos: el subsecretario de Educación Media Superior
“dijo contundente –según informa la propia SEP– que el aprendizaje de
adolescentes y jóvenes mexicanos en la escuela es ‘insuficiente, desigual e
inadecuado’, por lo que requieren una educación acorde con un mundo en
constante cambio, que privilegie la aptitud de investigar, de aprender por
cuenta propia y el interés y compromiso de aprender a lo largo de sus vidas”.
¡Ah! ¿De veras? ¿No lo sabían? ¿No pueden aportar siquiera un intento de
explicación? ¿Algún dato nuevo? ¿Alguna propuesta concreta para avanzar?
No
han presentado propuesta alguna acerca de cómo abordar los retos pedagógicos
básicos que tiene la educación, ignoran que en ellos está el meollo de la
calidad. Si se asomaran al rico trabajo académico existente en este complejo y
amplio campo (en vez de estar atendiendo a Televisa/Mexicanos Primero y la
OCDE) encontrarían ideas que superan las insustanciales visiones economicistas
y burocráticas en que están encerrados. También deberían asomarse a las
experiencias exitosas que con gran esfuerzo, de manera independiente y en
ocasiones en contra de las disposiciones oficiales, se realizan en varias
escuelas mexicanas.
En
el vocabulario de la SEP abundan palabras pegajosas como la competitividad y
las competencias, y otras huecas como la llevada y traída pertinencia y la
eficacia, vocabulario provisto por la administración, la economía y la
sicología predominante (conductista, experimental positivista, industrial). Es
urgente que la conducción del sistema educativo se salga de ese estrecho campo
y se enriquezca con los conceptos, aproximaciones y valiosos resultados de
otras disciplinas que abordan la problemática educativa: filosofía, pedagogía,
lingüística, filología, historia, y etnografía y antropología humanistas.
De
ahí podemos extraer una lista mínima de acciones necesarias para todos los
niveles del sistema educativo, propuestas elaboradas en varias decenas de
artículos publicados en este espacio los pasados tres años: a) fomentar la
escritura (además de la lectura); b) hacer de la escuela un espacio de
expresión (libre, verbal, artística), no de silencio impuesto; c) implantar la
pedagogía de la pregunta y cultivar la discusión (verbal y escrita) como
principal método de conocimiento para superar el predominio de la lección, la
clase; d) imponer como regla de comportamiento la cooperación y excluir la
competencia y la rivalidad; e) reconocer al error como vía del aprendizaje en
vez de castigarlo; f) poner en el centro de la motivación de los estudiantes
los valores de uso del conocimiento en vez de los valores de cambio; g)
fomentar la motivación intrínseca en vez de la extrínseca, y por tanto prohibir
las calificaciones, los premios, los castigos, los concursos y las distinciones
(y las humillaciones); h) eliminar la confusión injusta de logros con méritos
para propiciar la equidad(que con razón preocupa al INEE); i) fortalecer las
humanidades, especialmente la literatura, por sus valores estéticos, éticos,
históricos y sociales, no por su utilidad instrumental, y la historia por la
riqueza que aporta a todo conocimiento.
Miércoles 19 de
febrero del 2014, Periódico “La Jornada”
Esta noticia fue colaboración de Jesús Adonaí Vidal Romero